
El plato saludable
La mejor herramienta para comer sano. El Plato Saludable es la guía de alimentación más práctica, visual y acertada que ha habido hasta la fecha.
En la actualidad es muy común escuchar el término “obesidad” haciendo referencia a tener un peso muy elevado. Sin embargo, este término va mucho más allá.
Según la Organización Mundial de la Salud la obesidad se define como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Esto último hace referencia a que la obesidad tiene asociadas una serie de patologías, conocidas como “comorbilidades” cuyo riesgo está aumentado por este exceso de grasa. Algunas de las complicaciones que pueden derivarse de la obesidad son problemas cardiovasculares, hipertensión arterial, cáncer, enfermedades pulmonares o problemas ginecológicos entre otros.
Pero… ¿a qué se debe esta acumulación excesiva de grasa? En muchas ocasiones se habla de obesidad como el resultado de dos factores: dieta y ejercicio. Si bien es cierto que estos dos factores son determinantes, es necesario tener en cuenta que la obesidad es una condición compleja y multifactorial. El desequilibrio entre ingesta y gasto se puede deber a muchos factores y simplificarlo de esta forma es un error.
Entre los factores implicados al desequilibrio entre ingesta y gasto es posible distinguir entre factores individuales y poblacionales.
Dentro de los factores individuales destacan factores genéticos y epigenéticos, edad y sexo, estilo de vida, ingesta de fármacos, presencia de otras enfermedades, alteraciones del comportamiento alimentario, nivel socioeconómico, microbiota intestinal, cronodisrupción…
Comenzando por los factores genéticos, conocemos que a excepción de unos tipos de obesidad poco comunes llamadas obesidades monogénicas, la obesidad no es una condición genéticamente predeterminada. Sin embargo, sí existen genes que pueden predisponer en mayor o menor medida a la obesidad. Es decir, existen genes que pueden condicionar el metabolismo, el gasto energético, la respuesta a la actividad física o la distribución de la grasa corporal, entre otros. Además, también hay genes relacionados con mayor índice de masa corporal, perímetro de la cintura, niveles de insulina… así como con hábitos alimentarios como la frecuencia de consumo o la sensación de hambre o saciedad. Como vemos, aunque no es determinante, la genética juega un papel importante de condicionando aspectos que influyen notablemente en este desequilibrio.
La edad y el sexo también importan. Por ejemplo, a medida que aumenta la edad generalmente disminuye la actividad física y se dan alteraciones endocrinas. Además, en las mujeres, los cambios hormonales producidos por la menopausia favorecen tanto la disminución del gasto energético como el aumento de la ingesta y las mujeres biológicamente tienen mayor porcentaje de grasa respecto a los hombres.
Por otro lado, las enfermedades o la ingesta de fármacos son elementos importantes a tener en cuenta. Diversos tipos de fármacos como antidepresivos, antidiabéticos o anticonceptivos pueden estar asociados al desarrollo de obesidad. Igualmente existen enfermedades endocrinas, enfermedades inflamatorias del sistema nervioso central, tumores o enfermedades psiquiátricas como esquizofrenia o depresión, entre otras muchas, que pueden influir sobre el desarrollo de la obesidad.
Dentro de los componentes individuales, unos de los más importantes desde mi punto de vista son los factores psicológicos. En la sociedad actual son muy comunes hábitos inadecuados que tienen como trasfondo una mala relación con la comida, ansiedad o estrés y una gestión inadecuada de los mismos, adicción a la comida, etc. todo ello además influenciado por el entorno obesogénico del que hablaremos más adelante. También existen alteraciones del comportamiento alimentario, como puede ser el trastorno por atracón que son relevantes y frecuentes.
Aunque a priori parece que no tiene nada que ver, el nivel socioeconómico resulta estar asociado a la obesidad, pues en los países industrializados las clases sociales más bajas presentan mayor prevalencia.
Por último, lógicamente el estilo de vida marcado por alimentación y actividad física es un importantísimo factor tanto a nivel individual como poblacional. Una sobre ingesta, una mala elección de alimentos y una actividad física escasa son responsables del desequilibrio entre ingesta y gasto. Además, las elecciones alimentarias pueden afectar a nuestra microbiota intestinal y esta se relaciona con la obesidad cuando hay una escasa variedad de las bacterias que la forman o cuando hay un predominio de ciertas familias de bacterias sobre otras. Otros aspectos que engloba el estilo de vida son el estrés, el horario de sueño y la alteración de los ritmos circadianos, conocida como cronodisrupción.
Si pasamos a analizar qué factores influyen a nivel poblacional, el ambiente obesogénico es uno de los más importantes. Se entiende como tal el entorno que favorece el desarrollo de la obesidad promoviendo malos hábitos de alimentación y poca actividad física. ¿De qué manera es esto un factor poblacional?
En relación con la alimentación, por ejemplo, la publicidad juega un papel importante en las elecciones que realizan los individuos. La publicidad emocional y marketing de productos no saludables nos rodea constantemente desde que somos pequeños y dentro de los alimentos, son más anunciados aquellos de peor calidad nutricional.
Por otro lado, el aumento del tamaño de las raciones, y de la disponibilidad de alimentos de alta densidad energética a bajo precio, el aumento de procesados y ultraprocesados así como de alimentos precocinados o preparados o el uso de aditivos por parte de la industria hacen que las elecciones alimentarias no sean las adecuadas y que continuamente estemos expuestos a alimentos no saludables.
En cuanto a la actividad física, la disminución de esta no es tampoco algo casual. El aumento del ocio sedentario hace que cada vez mayor parte de la población sea sedentaria en su tiempo libre. Además, la urbanización, la alta disponibilidad de vehículos o la actividad laboral cada vez más sedentaria no ayudan al incremento de la misma.
Como vemos, la obesidad es claramente multifactorial por lo que su tratamiento debe realizarse teniendo en cuenta los diferentes factores implicados.
A nivel individual, su tratamiento siempre ha de ser multidisciplinar, involucrando a médicos, dietistas-nutricionistas, psicólogos, fisioterapeutas y entrenadores. Cada uno debe tratar al paciente de manera totalmente personalizada, resolviendo las necesidades y los obstáculos reales de cada persona y restaurando su salud de manera integrativa.
Mientras tanto, los cambios a nivel poblacional son igual o incluso más importantes. La educación en alimentación y salud desde las escuelas, el rechazo a la cultura de dieta y a la estigmatización de la obesidad (especialmente a nivel de los servicios sanitarios) y el control de la publicidad alimentaria a través de una legislación que vele principalmente por nuestra salud, son algunas de las muchas medidas que podemos tomar para frenar el avance de esta pandemia.
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